Edición NÚMERO 52
Junio 2011

Más creatividad de dirigentes para evitar violencia en reuniones públicas

Entrevista a Sergio Torres, teólogo, ex rector de la Universidad Cardenal Silva Henríquez y miembro de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Chile

¿Cuál es su visión de la violencia que se ha desarrollado en las últimas manifestaciones públicas, especialmente en Valparaíso?

En primer lugar, creo que es sano recordar que las expresiones de la ciudadanía, siempre que sean canalizadas por vías no violentas, tienen un lugar importante en la vida democrática de cualquier pueblo. Es sano resaltar que éstas son válidas, muchas veces valiosas. En muchas ocasiones son manifestaciones de problemas sociales graves o sencillamente de sensibilidades nuevas ante viejos problemas. Son expresiones válidas y positivas.

Hemos visto en estos últimos días también expresiones de violencia que invitan a ver tres dimensiones diferentes que sería bueno distinguir:

Estas nuevas formas de expresarse frente al legítimo derecho que le asiste deben ser canalizadas por vías no violentas. Esta nueva conciencia ciudadana debe profundizar en la forma en la cual manifiesta esas inquietudes. Me parece que debiera haber una mayor conjugación entre el derecho a ocupar los espacios públicas y la responsabilidad que eso conlleva. Los dirigentes y líderes deben no sólo convocar, sino también buscar cómo aislar a los grupos violentistas, que opacan el objetivo central de lo que ellos quieren decir. Los líderes tienen que asumir un rol creativo de buscar junto a las autoridades cómo aislar esos grupos violentistas.

La segunda es que estas manifestaciones de violencia muchas veces por grupos minoritarios y a veces no representando a los convocantes, se han repetido constantemente en los últimos años, con independencia del motivo de la convocatoria. En algunas ocasiones una celebración de fútbol, un concierto, etc., termina llevada por grupos minoritarios a acciones a veces bastante violentas.

En tercer lugar, hay que reflexionar si esos grupos, que todavía son minoritarios, no son signos evidentes de manifestaciones disruptivas de expresiones anárquicas. Y si así fuese, este fenómeno es necesario observarlo con mayor atención, porque podría ser síntoma de situaciones sociales más complejas. Me explico, si usted observa la deserción escolar y la asocia al problema de la drogadicción, y ve las tasas de desocupación en el mundo juvenil, la enorme diferencia que hay respecto de las perspectivas de futuro que tienen adolescentes y jóvenes, estamos frente a un problema social que tal vez no estamos observando adecuadamente, que toda esta diferencia de oportunidades está instalada en nuestra sociedad y que los jóvenes están viviendo de una manera mucho más intensa. Por lo tanto, con desesperanza. Y de la desesperanza a la anarquía, a la rabia y a la violencia a veces hay un sólo paso.

¿Qué le parecieron las actitudes y palabras de los parlamentarios durante la sesión del Congreso Pleno para el Mensaje Presidencial?

Dejan bastante que desear los signos de cierta intolerancia que se están instalando en el diálogo de nuestros dirigentes. Pareciera que el debate no se está centrando en ideas, sino en descalificaciones y en trincheras políticas y en todas partes se observan expresiones de descalificación y de intolerancia que no  contribuyen al fortalecimiento de una vida social y democrática sana, con derecho a discrepar, a tener divergencias, pero no a descalificar. Tanto en el gobierno como en la oposición se ven signos de esa naturaleza.