Diciembre 2009 / NÚMERO 34

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25 años de paz y amistad con Argentina

Entrevista al general (r) Juan Emilio Cheyre, Director del Centro de Estudios Internacionales de la UC y ex comandante en jefe del Ejército

¿Cómo aprecia la relación entre Chile y Argentina a partir del Tratado de Paz y Amistad?

Para mí, el Tratado de Paz y Amistad, del que celebramos 25 años, es tal vez el hito más importante en el vínculo entre Argentina y Chile en toda nuestra relación de casi 200 años de vida independiente, que vamos a conmemorar juntos. Ello porque permitió que Chile y Argentina dieran,  gracias  al mediación papal, tres ejemplos que son muy importantes en la vida del sistema internacional actual.

El primero, que las controversias pueden solucionarse cuando se dialoga. Estuvimos a punto de la guerra, y eso no son palabras, sino un  hecho real, y se evitó.

Lo segundo es que para Chile y Argentina significó el inicio del término de  una relación de hostilidad. Pese a todos los vínculos que tenemos, desgraciadamente durante dos siglos  -aunque es el único país (vecino) con el que no hemos tenido guerra- siempre estuvo latente una hostilidad manifiesta. Sin embargo, aquí se disipa esa hostilidad.

Y lo tercero es que constituyó la apertura de una puerta que nos brinda una posibilidad de una integración y asociación que es la tendencia moderna de los estados. Nosotros con Argentina no sólo deberíamos ser vecinos, sino que socios. Pero no podíamos por esta sombra de la hostilidad, siempre hubo desconfianza. En cambio, el  Tratado despeja todo aquello y abre un  nuevo espacio.

Esos tres hechos son de la mayor importancia no sólo moral, valórica,  sino que constituyen la fórmula en que hoy los países conducen sus temas internacionales y enfrentan juntos sus procesos de desarrollo

¿Cómo ve la integración de ambos países en estos tiempos de paz?

Lo veo con una intencionalidad, pero carente de la fuerza que debiera tener. Vale decir, este Tratado y la solución de 21 conflictos limítrofes en el año 1991 despejaron totalmente la agenda y nos permiten lo que hoy en economía y relaciones internacionales se denomina una relación de asociación o de integración. Con Argentina no hemos aprovechado eso. Lo que tenemos es un vínculo amistoso, unos proyectos menores. También tenemos una relación asimétrica, por que es mucho más lo que nosotros hacemos en Argentina que lo que ellos hacen en Chile. Sólo a modo de ejemplo, el intercambio comercial del año 1997 era de 2 mil 615 millones de dólares y en el año 2008 es de 6 mi 150 millones de dólares. Durante 19 años las inversiones directas de capitales chilenos en el mundo tienen como principal destino a Argentina. Entonces, en ese sentido, 15 mil 528 millones es el monto acumulado en ese período, que constituye el 32% del total de  dinero chileno invertido en el extranjero. Está claro que en Chile existe confianza con Argentina. Y eso les hace muy bien a los argentinos y a los chilenos. Pero, en el sentido contrario, la inversión de argentinos en Chile y los proyectos de integración de argentinos en Chile la relación es de 1 a 5. Ahí hay un espacio que Argentina tiene que aprovechar mejor.

El segundo tema es que Argentina podría utilizar lo que son nuestros corredores bioceánicos para proyectar sus provincias del noreste hacia el Asia Pacífico, lo que es facilitado por los tratados de libre comercio que tiene Chile. Pero no hemos logrado desentrampar dos temas que a mi juicio son vitales: el primero –como le digo, existe paz, armonía y se lo debemos al tratado- pero lo que no existe es confianza con Argentina. Para mí es una gran barrera, porque Argentina, en general, lamentablemente, es un país que tiene políticas económicas inestables y es un país en el que los conflictos económicos que se producen, terminan muchas veces en juicios. Hay un tribunal, que es el Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones) que es donde uno concurre cuando hay conflictos de esta naturaleza, y Argentina es el país que tiene mayores demandas en el Ciadi. Entonces, para hacer negocios con otro tengo que tener reglas claras, un sistema de solución de conflictos y controversias claro, certeza jurídica y una voluntad política del gobierno de mi contraparte  para poder llevar adelante emprendimientos comunes.

El caso del gas fue el más trágico, pero no el único. Entonces, lo primero, para fortalecer y ganar ese espacio que tiene todavía mucha fuerza, un espacio vacío por explotar, se debería fortalecer la confianza. Lo que curiosamente se ha logrado en términos militares. En esos términos existe asociación. Es la única fuerza conjunta al modelo europeo, que se llama Cruz de Sur, que está operando hace más de cinco años, que estamos operando juntos en Chipre.  Si se puede en lo militar, que se supone es una relación más complicada, cómo no se va a poder en otro campo.

A mi juicio lo que es un gran nudo, un freno, una gran barrera, es que no hemos sido capaces de articular una conectividad con Argentina de infraestructura, tanto física -buenos caminos, buenos pasos, un túnel en Mendoza- cuanto administrativa.

Yo pasé este fin de semana en Argentina y me demoré en un paso en el que no había nadie una hora y tanto. Eso es absolutamente anormal en países desarrollados. Usted debe tener aduana juntos, hacer un sólo certificado. Evidentemente que Chile se tiene que proteger con medidas fitosanitarias, porque Argentina, lamentablemente tiene algunos productos que nos ocasionarían algunos problemas, que efectivamente se pueden solucionar y pasar a una relación mucho más parecida a la de Europa. Hay 13 pasos con Argentina que han sido declarados como prioritarios pero no avanzamos.  Mientras no haya caminos y no haya un expedito tránsito de bienes y de personas nos estamos restando posibilidades de complementarnos como países, en áreas de turismo, servicios, industria, intercambio comercial.

En síntesis le digo dos grandes valores: la confianza y la conectividad, tanto física como administrativa.

Al margen de estos déficits en la integración, ¿usted ve la paz entre Chile y Argentina como algo definitivo?

Absolutamente. Francamente creo que es un ejemplo de construcción de confianzas que se ha hecho en el mundo militar y político estratégico. Los ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa, los ejércitos y las Fuerzas Armadas y nuestras sociedades eso lo tienen muy bien resuelto. Y creo que también incide en ello que la percepción que tenían los argentinos de los chilenos y los chilenos de los argentinos ha variado en cuanto a que nos veíamos como enemigos, hostiles y lejanos. Cada día las cifras indican que nos vemos más cercanos. El gran desafío con Argentina es pasar de haber vencido esta hostilidad hacia un verdadero proceso de integración  y asociación.

Para evitar la guerra y construir la paz se debió acudir a las instancias espirituales, a los valores más trascendentales. ¿Cómo califica el rol que jugó  y juega en la relación entre ambos países la Iglesia Católica? 

Lo califico como magistral, de una sabiduría tremenda, de una generosidad inmensa. Creo que quienes vivimos ese tiempo y quienes disfrutamos hoy del proceso de paz y quienes lo conocimos de cerca, tanto en el momento de los problemas como en los momentos en que pudimos cosechar la siembra que habíamos hecho generando esta relación armónica, nunca tendremos la suficiente claridad para expresar lo que le debemos a la mediación de Su Santidad. Hay que recordar que esta mediación la aceptó el Papa Juan Pablo I, cuando el Cardenal Raúl Silva Henríquez se lo imploró de rodillas, con una petición  del gobierno de Chile que estaba dispuesto a asumir una decisión como esa; la implementó Su Santidad Juan Pablo II y la llevó a cabo en el proceso ejecutivo el recordado Cardenal Samoré.

La mediación papal y la forma cómo se llevó a cabo, los obstáculos que hubo que vencer, la sabiduría, constituyen la gran herramienta que permitió construir la paz. En lo personal, recuerdo con mucha cercanía esos momentos, porque me tocó estar desplegado en la frontera, desde un mes de junio hasta un mes de enero. Viví la guerra desde cerca. Como comandante en jefe del Ejército, por el contrario, me tocó implementar todas las medidas de cooperación, de paz y de confianza, despachar la primera fuerza conjunta chileno argentina a Chipre. No habíamos tenido nunca una fuerza de esa naturaleza desde el Ejército Libertador de Los Andes. Haber vivido el oscuro y el claro fue una experiencia personal. Tuve la suerte de agradecérselo en tres oportunidades personalmente a S. S Juan  Pablo II en reuniones cortas, pero muy concretas, y después, como comandante en jefe del Ejército, cuando ya estaba muy cerca de su fallecimiento. Créame que se lo agradecí con el corazón conmovido por la generosidad y sabiduría que demostraron Su Santidad y la diplomacia vaticana.

La experiencia con Argentina, su enseñanza, el modelo, sirven para aplicarlos en las relaciones con nuestros otros vecinos, Bolivia y Perú?

Yo creo que no, porque con Argentina había un conflicto y se optó por un proceso de mediación, que es una fórmula que contempla del Derecho Internacional para  la solución de los conflictos. Ni con  Bolivia ni con Perú existe un conflicto. Y el tema limítrofe con Perú, que es un caso construido por Perú, fue llevado por ellos a La Haya, que es otra fórmula de dirimir, en este caso no un conflicto, porque Chile no reconoce ese conflicto, por cuanto nuestros límites están ya fijos hace más de cincuenta años y se están cumpliendo.

Lo que sí es rescatable de nuestra experiencia con Argentina es algo que no hemos logrado con Perú. Con Argentina me correspondió llevar adelante un proceso de generación de medidas de confianza, que van desde las medidas de confianza de primera generación -que son intercambio de profesores, de alumnos, visitas profesionales- a las de última generación, que son una fuerza binacional como la que decía, con estados mayores conjunto, etc.  Eso lo pudimos hacer en menos de tres años, se transparentó el gasto militar, se concretó una metodología con criterios que la CEPAL y otros organismos tienen para mostrar las compras y generar una relación de confianza. Y cada uno de los pasos que fuimos dando (intercambio de personas, de cursos, de actividades; asistencia de maniobras, producciones comunes, generación de ejercicios comunes –primero de carácter simulado, después de carácter real-, generación de ejercicios de catástrofes, fuerzas de paz, integración de estados mayores) fueron agendados, acordados y cumplidos. Con el Perú, lamentablemente, la experiencia mía, cuando me correspondió ser comandante en jefe, traté de hacer lo mismo y es perfectamente posible hacer lo mismo, pero siempre se entrampa la relación con ellos, y es lamentable.

Entonces, lo que yo rescataría del ejemplo que tuvimos con Argentina es esa voluntad política de los gobierno y esa voluntad castrense de los ejércitos, de construir una relación de este tipo y no de acordar, como muchas veces se ha hecho con el Perú, tres medidas y al mes se caen dos y a los tres meses se cayeron las tres y no se concretó ninguna. Usted acuerda una visita y esa visita se termina postergando; usted acuerda un  mecanismo de confianza, una reunión  de ministros de Defensa y de relaciones exteriores y no se hace. Usted define una estrategia para intercambio y que vengan ellos y no llegan a última hora. En cambio, con Argentina no pasó eso. La voluntad política y sostener un plan que efectivamente vaya concretándose es lo que yo rescataría de la experiencia con Argentina. Y con eso fuimos desentrampando los nudos y generando una confianza verdadera.

Lo otro que yo rescataría de nuestra experiencia con Argentina es que nunca el tono subió. Desde que obtuvimos la armonía. Nunca hubo insultos, una prensa que escalara un conflicto. Tuvimos incidentes complicados, pero se resolvieron en los niveles que se deben resolver, pero no por acusaciones disonantes y altisonantes de los presidentes o de los ministros de Relaciones Exteriores o de Defensa o de los comandantes en jefe. Eso hace mucho mal. Cuando uno quiere generar una relación armónica tiene que respetarse, y eso vemos que más que nunca el Perú debía cuidarlo. El Perú puso una demanda que no nos parece basada en el Derecho, ni justa, ni oportuna, ni real. Más que nunca debería cuidarse el ambiente en que se producen las relaciones. Sin embargo, como nunca se ha extremado por parte del Perú sucesivos hechos políticos desafortunados, sensacionalistas. Calificar por un Presidente de una “republiqueta” a un país vecino, amigo y contra el cual él presentó unan demanda, lo encuentro grave, en el sentido de que  no es la forma de generar un clima como el que debemos tener y aspirar. Eso con Argentina no pasó.

De la experiencia con Argentina rescato este proceso de entendimiento recíproco que hemos ido construyendo con el tiempo, que con Perú se ha tratado de construir y se ha fracasado, desgraciadamente, en más de una oportunidad.

A pesar de la realidad en estas relaciones con Perú ¿ve usted una mantención de la paz entre Chile, Perú y Bolivia o existe algún peligro que atente contra esa paz?

No, realmente creo que hay una vocación de paz, una intención de paz y, además, todo para que la paz sea lo que impere. No veo vientos de conflicto ni de guerra. Pero lo que desgraciadamente observo es que los actores que deberían comprometerse más para que no hubiera dos lecturas respecto de la materia, de repente fallan en ser muy cuerdos, muy racionales, muy respetuosos en relaciones que, lejos de llevarnos a dudar si el escenario va a ser de conflicto o de paz,  deben llevarnos a buscar escenarios de paz que generen integración, cooperación y asociación.